Sí, lo soy, radical en el sentido etimológico de la palabra, el ir a la raíz del problema, no el utilizado peyorativamente como «extremista» por parte prensa y ciertos partidos políticos anclados en la miseria de la representación de intereses particulares. Extremistas son esa derecha rancia que siempre está soltando exabruptos y falacias de lo que pudo ser y no dejaron realizar a la II República, mentiras para enarbolar y justificar la barbarie que supuso la Dictadura, llamando al «guerra civilismo» continuamente en sus plataformas digitales y proclamas sobre cualquiera de sus miserables efemérides, como también hacen la prensa digital del episcopado español. Extremistas que critican al gobierno porque no logran convencerle de volver a la dictadura, con muerte, muerte, muerte, demuestran su animadversión a todo aquello que no esté relacionado con matar, al contrario. Criticando incluso la retirada de calles y monumentos de sus asesinos predilectos como Sanjurjo, Mola, Varela, Yagüe, Goded, Kindelán y muchos otros, algunos ensayaron su posterior trayectoria durante la tragedia de Asturias, en 1934, reprimida a sangre y fuego por el gobierno de José María Gil Robles. También es extremista este gobierno, cuando enarbola el ideal del liberalismo empresarial, que solo piensa en su enriquecimiento, condenando a más de 4 millones de españoles a la indigencia más absoluta, a otros tantos a un sueldo miserable que roza ese límite, y convirtiendo a España en el 2º país de Europa en pobreza infantil. Pero contentando con su apoyo explícito a los rancios y la iglesia, contra las propuestas en el Congreso o Ayuntamientos, sobre el Mausoleo del Valle del Escorial, calles, plazas, monumentos, incluso con la calle llamada Caídos de la División Azul, aquellos que fueron en ayuda del más denostado dirigente alemán, el que ensayó en España el bombardeo de poblaciones civiles. Españoles muertos no se sabe dónde, pero niegan exhumar los miles de cadáveres en las cunetas españolas, asesinados a manos de muchos de los progenitores o parientes de los que defienden o niegan su exhumación. En definitiva, los rancios, parte de la iglesia y los disfrazados de demócratas que nos gobiernan, son los extremistas, silentes con la corrupción y junto al consentimiento de un PSOE y unos incalificables (para ser benévolo) de color naranja, ambos critican la corrupción, pero mantienen en el gobierno a un partido con cerca de sus 1700 casos aislados entre sus filas, solo en el 2016.
Como sus voceros habituales en TV ya han caído en total desprestigio por sus demostradas manipulaciones de la verdad que los han llevado en algunos casos a juicios y condenados, ahora los poderes fácticos utilizan otra estrategia, en cada entrevista realizada tanto en radio como TV, siempre el último en hablar es un elemento pagado para opinar de cualquier decisión sea o no del tema tratado en ese momento, para meter una puya contra PODEMOS, aunque ocurriese en el lugar más recóndito (observar u oír).
Mientras tanto tachan a PODEMOS de extremista al presentar una moción de censura por la corrupción, incluso mi respetado exministro Gabilondo habla, no con el corazón, sino para contentar al partido que representa, sin ser militante cuando dijo: «no es la forma correcta, primero hay que analizar y después actuar». Craso error, analizar ¿qué?, más de 2.700 casos «sub júdice» de corruptos, entre conseguidores, intermediarios, secretarios, alcaldes, ministros, presidentes y borbones. No Gabilondo, hay que tener un poco de rigor y ser radical yendo a la raíz del problema y exterminar esa práctica que lastra a la nación, plantear leyes que castigue a los corruptos, que entren en prisión sin fianza y larga condena por estafar a los ciudadanos que confiaron en ellos, obligar subsidiariamente a los partidos y entidades implicadas con la devolución de lo robado e incluso multando a las empresas con lo misma cantidad que entregó por favores comerciales. Lo contrario a lo realizado hasta el momento, donde existen jueces que se quitan la venda para aplicar justicia a determinadas personas, fiscales que ejercen de abogados defensores, resultando toda la judicatura impregnada en un desprestigio lamentable. También tachan a PODEMOS de extremista y comunista, ni una cosa ni la otra, pide un reparto más equitativo de la riqueza, sueldos dignos, impuestos equitativos, un mínimo del 15% a las grandes fortunas y entidades financieras que con su ingeniería fiscal no llegan a pagar ni el 3%, que un yate, obras de arte o cualquier artículo de lujo, tenga un impuesto real y muy superior al recibo de la luz, que la tasa por una entrada por ir al cine o al teatro sea la misma o menor que ir toros o al fútbol. Después de tanto desatino permitido. ¿Cómo no voy a ser radical?