Parece basado en la teoría del filósofo Bentham, posteriormente desarrollado por Foucault, una sutil forma de ejercer el poder la 
dirección de Indra, que vigila, castiga y todo lo ve con sus indicaciones a gerentes, jefes de sección, directores de proyectos, algunos cargos sénior o cargos intermediarios transmiten de forma piramidal las consignas, haciéndoles ejercer una autodisciplina para no ser castigados con rebajarle su valoración a fin de año en la evaluación por sus inmediatos superiores y poder escalar en el rol de la empresa, esa valoración marcada por el gran ojo solo a un puñado de los empleados, para alimentar su orgullo y la vanidad, para diferenciarlos como líderes y a su vez provocar la envidia en otros que intentan alcanzar esa posición, hábil estrategia lanzada por los tahúres de la empresa, la peligrosa envidia, ese deseo de obtener algo que posee otro y que uno carece, es por lo tanto, el pesar, la tristeza o el malestar por el bien ajeno.
Están dentro de esa espiral un puñado de vanidosos, esos que se creen los mejores, cuando son solo meros ejecutores, los capataces de la empresa donde ejercemos, convertida en un sueño o ideal, despojada de huella humana y de la libertad del individuo, ya que la disfrazan con la individualidad para que cada uno mire su ombligo incluso fomentado la denuncia anónima, alejándonos cada vez más como grupo y con un mismo fin, mejorar nuestras condiciones laborales, nos quieren hacer partícipe de su envidia y así poder obtener algo a costa de privar a otra persona de dicha posesión, cuando en realidad lo que perdemos es nuestra integridad.
Tanto los capataces como nosotros estamos sometidos por la dirección, los capataces nunca se han rebelado, nos toca a nosotros los oprimidos, es la única opción, porque para conservar el puesto de trabajo no debemos de perder la dignidad.
